Estimados fogoneros (¿o nos haremos llamar fogonistas? no sé, habrá que pensarlo):
En primer lugar me gustaría agradecer a Pedro la oportunidad que me da para compartir mis humildes conocimientos culinarios. Espero que sirva no solo para mejorar la alimentación de algún pobre desgraciado que aún necesite que mamá deje tarteras con comida cuando se va de vacaciones, sino también para aprender yo y mejorar mis capacidades como cocinillas (así que comenten, coño, que no cuesta nada). Muchas gracias Pedro, cada día eres más grande, a este paso te ganas un pasodoble en tu honor.
Una vez cumplida la obligación, pasemos a lo que de verdad nos ocupa.
Como podréis ver he titulado la sección "Misterios Arcanos", alguno podrá pensar que va con retranca ("No sé que tiene de misterioso ni de arcano eso de cuajar una tortilla" dirá seguramente) y tendrá razón. Pero es que ya han sido tantos, y no solo legos en la materia, que me han dicho que lo de hacer tortillas les parece materia para una cátedra de ingeniería industrial, que he decidido informar paso por paso de cómo la hago yo (que es como me enseño mi señora abuela, Doña Catalina, a la cual debo gran parte de mis mañas cocineriles. Lo siento mamá, pero la Abuela es la Abuela). A ver si de esta manera revelamos el gran misterio que parece suponer este plato.
Antes de comenzar he de hacer un aviso: Si os sale bien a la primera (y por bien me refiero a que esté en su punto se sal, las patatas ni duras ni pasadas, cuajada al punto que se haya elegido, redonda y dorada, que no haya problemas en ese terrible momento de incertidumbre que es el volteo,etc.) os pongo un quiosco en la Gran Vía. Esto de las tortillas es como jugar al mus, las reglas son sencillas, las señas las haría un mono, pero para jugar bien se han de perder muchos cafés con los viejos del bar.
Una vez hecha la advertencia vamos al lío, que me disperso. En primer lugar los ingredientes: Patatas, cebolla, huevos, sal. Y ya está, con esto os sale una tortilla, no hay que darle más vueltas. Hay gente que al huevo batido le añade un chorro de cerveza o que echa un huevo menos y lo sustituye con leche, incluso he oido que se le puede echar levadura (recomendado si andamos mal de huevos). No me parece mal, la imaginación al poder y esas cosas, es cuestión de gustos (yo de hecho voy variando según me da: unos días leche, otros cerveza, otros una puntita de pimienta con la sal,...).
¿Proporciones? Pues pueden variar según se quiera más o menos cuajada, pero en principio un huevo por cada patata y media, si son de tamaño mediano (de esas del tamaño de un puño, que decía Pedro en su receta de patatas) y una cebolla mediana. Sal al gusto, pero no os paseis que este plato no se arregla echándole sal una vez hecho, es para cocinillas valientes.
Modo de preparación:
Se pelan, se lavan y se cortan las patatas en rodajas finas. Yo aquí prefiero chascar la patata, es decir, al cortar la rodaja de patata no terminamos el corte sino que hacemos palanca con la hoja del cuchillo, de modo que se termine de partir haciendo un delicioso sonido (CHAC!). Según me han explicado expertos en la materia, esto se hace para que el almidón de la patata se desprenda y al mezclarse con el huevo ligue mejor (como no soy quimico, me lo creo y punto). Pedro no está de acuerdo con esto, creo, y aboga por el corte limpio, pero esta es mi tortilla y si no me aceptais pulpo me la llevo.
Se sofríe la cebolla en muy poco aceite, cortada muy finita, hasta que quede transparente, se aparta y se reserva para luego.
Se frien las patatas. Yo suelo salarlas levemente, aunque esto es opcional. El aceite debe estar templado, para que la patata de cueza en él y no se dore demasiado. Cuando al presionar levemente en cualquiera de las patatas, esta se rompa, es que ya están en su punto, insisto en que no es necesario que se doren, aunque si lo hacen dan un color muy mono a la tortilla.
Se baten los huevos, con una puntita de sal cada uno. Aquí sí que no puedo dar más que unas leves directrices directrices, pues depende del gusto, la habilidad o las ganas de cada uno. Yo procuro batir bien el huevo y, últimamente, me funciona muy bien lo del chorrito de cerveza. He oído hablar de legendarias madres que, usando solo dos o tres huevos, separaban yema de clara, montando estas últimas al punto de nieve a las que luego añadían las yemas,dando como resultado una tortilla esponjosa en grado sumo, pero esto son hazañas que no me siento preparado para afrontar todavía.
A continuación se mezcla todo, usando un tenedor para machacar levemente las patatas hasta que queden bien ligadas con el huevo batido.
Bien, ya sólo queda cuajar la tortilla. La hora de los valientes, el momento de la verdad, cuando se decidirá si lo que vais a cenar es una tortilla o unos huevos rotos. La sartén, antiadherente por supuesto, ha de tener una gota de aceite y estar muy caliente, que humee un poco, de hecho. Hay que actuar con decisión y rapidez: verteremos la mezcla de huevo, patata y cebolla de modo que quede homogeneamente repartida por la superficie caliente y en seguida iremos, con la espátula, dejando pasar a la parte de abajo el huevo liquido para que vaya cuajandose pero que no se pegue. En los bordes iremos metiendo la espátula para que el borde de la tortilla no se pegue y vaya tomando forma redondeada.
En el momento de darle la vuelta usaremos una tapa (preferentemente) o plato de más diámetro que la sartén (apunte patrocinado por Dn. Evidencio Perogrullez). El movimiento de giro ha de ser rápido, manteniendo el plato o tapa firmemente sujeto al borde de la sartén, cuanta más decisión pongais mejor os saldrá, cuantas más dudas más cerca del desastre os hallareis. (No os engañéis, siempre se cae algo, siempre hay que limpiar huevo de la cocina y siempre, siempre, siempre os abroncará vuestra madre/esposa/novia por lo desastres que sois cuando cocinais). Una vez dada la vuelta se vuelve a verter en la sartén, con cuidado de no dejarse nada pegado en el plato, y se dora por el otro lado hasta que quede al gusto.
Esto es todo, no es cuestión más que de ponerse a ello y cagarla unas cuantas veces antes de convertirse en un avezado elborador de este plato tan nuestro y, sobre todo, tan rico.
Un abrazo y a comer y dar de comer.
Evidentemente aquel que no use aceite de oliva virgen arderá en el infierno (y ya sé que una vez yo usé de girasol, pedro que te veo venir, y aún tengo pesadillas con aquello)
ResponderEliminar